Por: *Eduardo Chaillo, CMP, CMM, CITE, CASE
En Latinoamérica, la industria de reuniones ha sido históricamente analizada desde el prisma del turismo y hospitalidad. Sin embargo, su impacto trasciende la ocupación hotelera y el gasto turístico. Los eventos— congresos, convenciones, ferias y viajes de incentivos— son verdaderos catalizadores del desarrollo económico, social y académico de una nación. Representan una vía estratégica para atraer inversión, fomentar intercambio de conocimientos y fortalecer los sectores productivos clave en cada país.
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En un mundo cada vez más interconectado, las reuniones son plataformas que posicionan a los destinos no solo como lugares atractivos para viajar, sino como epicentros del conocimiento, la innovación y la colaboración internacional. Desde los foros médicos que impulsan la investigación en salud hasta las convenciones tecnológicas que conectan startups con inversionistas globales, la industria de reuniones es, en esencia, un importador de conocimiento y un acelerador de transformación.
Más que turismo: eventos como herramientas estratégicas de desarrollo
Un congreso bien organizado puede detonar múltiples efectos positivos: la llegada de expertos internacionales, la atracción de inversión en sectores clave y la creación de redes de colaboración a largo plazo. Países como Colombia, Brasil y Chile han entendido que el crecimiento de esta industria no debe limitarse a la infraestructura hotelera, sino que debe alinearse con sus estrategias de desarrollo en educación, ciencia, tecnología y sectores productivos prioritarios.
En esta línea, los destinos que buscan consolidarse como hubs de eventos internacionales deben preguntarse:
¿Cómo pueden las reuniones contribuir a su crecimiento económico y social más allá del turismo? Las respuestas están en la sinergia con sectores productivos, en la creación de estrategias alineadas con clústeres industriales y en la articulación de políticas públicas que integren esta industria en la planeación nacional.
La atracción de eventos como política de Estado
Algunos destinos han logrado institucionalizar la captación de congresos y convenciones como parte de su estrategia de competitividad global. Singapur, por ejemplo, ha convertido su industria de reuniones en un pilar de su crecimiento, alineándola con sus sectores de biotecnología, fintech y educación. En América Latina, iniciativas como la de ProColombia, que integra el turismo de reuniones dentro de una visión transversal de inversión y exportaciones, o el modelo de Sao Paulo, que apuesta por eventos que refuercen su ecosistema de negocios, son ejemplos de cómo la industria puede estructurarse más allá del turismo.
El reto para los países de la región es pasar de una estrategia reactiva —basada en la promoción tradicional— a una visión más proactiva que posicione a los eventos como herramientas de transformación económica. Esto implica identificar sectores estratégicos, desarrollar programas de captación de eventos alineados a estos sectores y construir un ecosistema robusto que garantice la continuidad de las estrategias.
El efecto multiplicador: desde la academia hasta la inversión extranjera
Los congresos científicos, las ferias industriales y los foros empresariales no solo dejan una derrama económica inmediata, sino que generan un efecto multiplicador. Un congreso internacional puede impulsar la creación de programas académicos en universidades locales, atraer inversión extranjera directa, generar oportunidades de empleo y posicionar al país como un actor clave en un sector específico.
En este sentido, la medición del impacto de los eventos debe ir más allá del gasto turístico. Es fundamental analizar cuántas publicaciones científicas se generan a partir de un congreso, cuántas startups encuentran financiamiento en una feria o cuántos acuerdos comerciales se derivan de una cumbre empresarial. El verdadero valor de la industria de reuniones radica en su capacidad de generar conocimiento, conectar mercados y acelerar la innovación.
Conclusión: eventos como activos estratégicos para el futuro de la región
Si América Latina quiere posicionarse como un jugador clave en la economía del conocimiento, debe dejar de ver los eventos solo como herramientas de ocupación turística y empezar a integrarlos en sus estrategias de desarrollo económico y social. Esto requiere una colaboración más estrecha entre gobiernos, sectores productivos, universidades y burós de convenciones, para diseñar estrategias que no solo atraigan eventos, sino que maximicen su impacto en el mediano y largo plazo.
En la próxima década, los países que entiendan que los congresos y las convenciones son aceleradores de innovación y transformación serán los que logren aprovechar al máximo su potencial. La clave no es cuántos eventos se captan, sino cómo se capitalizan para el crecimiento del país.
CEO en Global Meetings and Tourism Specialist. Consejero de grupos y empresas privadas; es uno de los principales líderes en la industria MICE en México y Latinoamérica.